Nietzsche caracterizaba un humano como un “animal no fijado”. Eso significa que nunca estamos concluidos, que somos desde el principio un “pro-yecto”, un devenir que no sólo vive sino que existe. Que los seres humanos, en nuestro existir,  más que “estar”, “tendemos” a estar. Sentimos una inherente inclinación por alcanzar la plenitud en algunas cuestiones que actúan como conceptos fundamentales que nos sirven de sustentación. Intentamos tender inexorablemente a  ser felices, a amar y a ser amados, a tener éxito… ¿Pero qué entendemos hoy en día por “felicidad”, por “amor”, por “éxito”?. La cuestión es importante porqué según cómo signifiquemos, qué sentido le demos a estos significantes que actúan como propósito de nuestras existencias, se establecerán unas vías, unas estrategias, unas condiciones y modos de comprensión, unos reales logros o unos sonoros fracasos. Dicho de otro modo, el sentido que tengan estas aspiraciones conformará de determinada manera nuestros procesos de subjetivación, nuestra relación con los demás, nuestra comprensión del mundo y del presente. Marcarán en definitiva el verdadero propósito de lo que somos y del mundo que habitamos. 

Nuestro modo de entender el mundo hoy se nos aparece como invariable, indiscutible, inercial. Nada parece que podamos hacer para alterarlo. Sabemos que las cosas van mal pero no podemos hacer gran cosa para cambiarlas. Cada vez que lo intentamos fracasamos, acabamos jugando a favor de inercia. 

El poder, cualquier poder, siempre pretende apropiarse de la definición de estos conceptos fundamentales a los que tendemos porque al hacerlo condiciona nuestra forma de vida y nos hace elementos concebidos y que irradian la ideología que dio forma a esos conceptos. Por eso, entre otras razones que sobrepasan el objetivo de este encuentro, es tan difícil para nosotros el rebelarnos contra este sinsentido de realidad que nos atenaza, que racionalmente sabemos ya que ha alcanzado  un punto terminal de no retorno, que deviene una catástrofe.  Nuestra visión del mundo hoy (economicista, individualista, nihilista, basada en la razón instrumental y construida desde la lógica del capital) se presenta inalterable como inalterable es el malestar que nos ocasiona, y se nos presenta como invencible porque luchar contra ella no es luchar contra una ideología sino hacerlo contra un enemigo imbatible: nosotros mismos. Intentarlo, en cualquier caso intentarlo, pasa necesariamente y en primer lugar por someter a análisis crítico lo que entendemos hoy por algunos de los conceptos, hemos elegido tres para empezar, que marcan nuestras aspiraciones. A ello nos enfrentamos en este encuentro.