Historia del beso. Su manifestación social y artística.
Descripción:
¿Siempre fue el beso, a lo largo de la historia, lo que imaginamos que es, a la fecha de hoy? En absoluto. Hay toda una historia fascinante detrás y nada que ver con esta actitud íntima que solemos atribuir actualmente a los amantes.
Los antiguos latinos lo llamaban “suavium”. Señalaba, en cuanto a beso, un propósito de relación muy concreto; el de acortar al máximo la distancia, el de ser ya partícipe de territorios a los que otros no tienen acceso, el de anunciar inequívocamente que una interacción sexual era pretendida y que el “suavium” debía ser el garante y su implicado anuncio. Escribió Guy de Maupassant: “El beso es la manera más verdadera de callarse diciéndolo todo”; nunca como en él una declaración de amor requiere de menos palabras y nunca decimos más de nosotros mismos sin pronunciar palabra que cuando besamos apasionadamente. El “suavium” no era el “osculum”, aquel beso de respeto y ceremonial que se entregaba a la autoridad o las reliquias, tampoco era el “basium”, ese beso afectivo, fraternal, amistoso o familiar que se podía otorgar públicamente en las calles de Roma sin que despertara entre los conciudadanos recelo alguno. El “suavium” era otra cosa; exigía por su finalidad de intimidad y recato y cumplía mejor que ninguno esa funcionalidad de análisis olfativo y del gusto de la carne de la que iban a participar los besados. Y es que el beso, primordialmente el “suavium”, con su atavismo antropofágico, es posiblemente el mejor sistema de valoración que hemos ideado algunos (el beso no es un acto humano universal y hay culturas y etnias que ni siquiera tienen nombre para él) para valorar la idoneidad de la persona con la que vamos a compartir una situación afectiva y salutífera comprometida y de riesgo. Imaginemos que, al llegar a casa y meter mano a la nevera, no recordamos cuánto hace que abrimos ese recipiente de leche, con lo que nos entra la duda de si la leche estará en condiciones de ser ingerida o no. Acercamos la nariz al tapón y olemos, si eso no nos echa para atrás y antes de beber un gran sorbo, todavía nos depositamos una pequeña porción del líquido en la lengua. Si nunca hubiéramos bebido leche o esa botella fuera de una marca desconocida para nosotros, el proceso todavía lo realizaríamos con mayor énfasis.
Eso es, básicamente, un beso y especialmente un “suavium”; un intentar averiguar qué vamos a ingerir antes de ingerirlo, antes de verterlo en nuestro organismo y en nuestros afectos. Pero claro, como todo lo que los humanos hacemos, un beso es mucho más que eso; es un gesto erótico, de estar en relación con los demás, emanado de un hecho sexual humano cargado de referencias simbólicas, culturales y morales. Una pequeña trascendencia problemática (¿quién no recuerda su primer beso apasionado?) a la que el arte no podía dejar de prestar atención.
En los diferentes módulos que siguen, vamos a ver una brevísima selección, caprichosa como todo lo que supone elegir, de alguna de las manifestaciones que esta dupla arte/beso nos ha legado. En este taller, dividido en 3 módulos, se ilustrará (al margen de las explicaciones de las diferentes funciones que tuvo el beso a lo largo de los siglos) su historia con obras de arte muy famosas.
Duración Taller: 3 sesiones de 2hrs cada una.
*El formato del taller es online y en directo, por lo que no se considera el envío de la grabación del taller a los participantes.
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